Comunicado de la Junta Nacional:
LA
SITUACIÓN POLÍTICA DEL PAÍS Y LA DEMOCRACIA CRISTIANA
Los diversos problemas políticos, económicos y sociales que
vive el país y que agitan la opinión de sus sectores, determinan a la Junta
Nacional del Partido DEMÓCRATA CRISTIANO a precisar públicamente sus puntos de
vista, mediante la honesta consideración de los acontecimientos.
La Revolución Libertadora, no
es obra de ningún partido político en particular, ni de la ayuda foránea, sino
de coincidencia de todos los ciudadanos amantes de la libertad, sin distingos
ideológicos, en un esfuerzo común tendiente a lograr la recuperación
institucional y moral de la República. En la realización revolucionaria tuvo
parte principal la juventud. Una juventud que creció ansiando la democracia,
sin haberla vivido, porque amaba la libertad que intuía como inseparable de la
dignidad humana. Esa presencia juvenil significa una nueva representación de
vida que se traduce en un rechazo violento del pasado inmediato y de todas las
prácticas políticas que, junto con la acumulación de injusticias sociales,
hicieron posible su advenimiento.
La tranquilidad pública exige
el recto cumplimiento de los propósitos fundamentales del movimiento y que no
se defrauden los anhelos de la nueva generación que cifró en él sus esperanzas.
Esa juventud se encuentra ausente de la obra de gobierno y de la directiva
política. A quienes la reemplazaron les incumbe la histórica responsabilidad de
no traicionar su ideal, de demostrarles que la democracia que soñaron es mejor
que la tiranía que vivieron; en una palabra, de ganarles definitivamente para
la causa de la libertad.
Diversos episodios vinculados
a cesantías y a nombramientos y la actuación de figuras de determinados
partidos en gobiernos de provincias, motiva la impresión de que la tarea
revolucionaria se ha convertido en patrimonio de agrupación política,
violentando así la posibilidad de una convivencia equitativa de las distintas
tendencias.
La Democracia Cristiana
afirma: que ningún partido democrático que aspira a ser tenido como tal, puede
pretender -sin quebrar sus principios- el acceso al gobierno a través, no de
una consulta popular, sino de una revolución que no es su obra exclusiva. Para
desvirtuar aquella confusión es necesario que se acentúe la neutralidad
política del gobierno en las órbitas provinciales, llevando a las funciones
principales a personas de reconocida filiación democrática, capaces de la
suficiente ecuanimidad para permitir la cooperación democrática de los diversos
partidos que lo apoyan, tarea que estos pueden y deben cumplir sin pérdida de
la propia independencia o mengua de los progresos particulares.
Frente a iniciativas
recientes, la democracia cristiana señala: que la pluralidad de partidos y su
correspondiente actividad pública, es indispensable para la recuperación cívica
del país y el esclarecimiento de la conciencia política.
No puede ser dañosa, si se
cumple sin ánimo sectario y sin propósitos subalternos de carácter
electoralista o de logro de posiciones. No es posible el silencio sobre temas
fundamentales -como los que hacen a la educación, o a la familia- porque sería
apartarse de la docencia cívica, objetivo fundamental de los partidos en una
democracia. El contubernio de fuerzas políticas, hecho siempre por acuerdo de
cuerpos directivos a espaldas de las masas partidarias, no es necesario para el
apoyo y el éxito de un gobierno de transición. El país sólo reclama: amor al
pueblo y preocupación por resolver sus problemas, sinceridad política y lealtad
en los procederes.
La crítica situación económica
que atravesamos, consecuencia de la precaria condición heredada del régimen
pasado, impone el apoyo, sin prejuicios previos, de medidas o planes de
gobierno, que sólo se justifican por su carácter de emergencia y su transitoriedad.
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